Tardes en el jardín,
paisajes agonizantes,
gemidos de aves.
Aleteos,
murmullos en el viento,
las hojas amarillas toman el vuelo,
vuelven a reintegrarse
como si fueran aves
al acabar la tarde.
El sol empieza a derramarse
en las copas de los árboles,
los ilumina,
pero esta vista parece sequía,
el fulgor no siempre es verdor.
¡Silencio!
colibríes en ráfagas
y palomas acurrucándose,
ya es tarde,
todo se desvanece
en estos paisajes agonizantes,
suspiro, quiero ser parte de su aire.
Y el viento se detiene,
los árboles fingen mantenerse inmóviles,
aunque siempre está ocurriendo algo en sus adentros,
se pueden escuchar sus latidos.
Murmullos en el viento,
cantos que terminan siendo llamados
en la bandada de pájaros,
las ramas empiezan a abrirse,
cuando el sol cae
nadie tiene nada para decirse,
solo estamos allí, esperando en el jardín
por un rayo de luz.
La lucha de la introspección,
la paz de la contemplación,
el interior y exterior se balancean
hasta que llegan las sombras de la noche.
Las farolas se encienden
y como si fuera una película proyectada
me levanto de mi asiento cuando la doy por terminada
y me doy cuenta que he perdido la noción del tiempo.
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