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8 de febrero, 1587

Una pluma te avisará que me he ido,

que mi alma ha vuelto a ser liviana,

todo ha vuelto a verse desde la diáfana,

ojalá esta vista la hubiese tenido mi ventana,

nunca es tarde, eternidad mía.


Ya no estoy huyendo entre castillos,

he vuelto a tomar mi carruaje y a mis caballos,

la libertad me recorre

y yo recorro mis campos.


Escocia está en mis pies descalzos,

siento el pasto crecer,

todo empieza a florecer,

la vida está elevándose

mientras yo estoy flotando.


Ya no tengo la necesidad de esconderme,

ya no sufro de ninguna carencia,

mi cuerpo perdió su alma

mi cuerpo ya no tiene vida,

mas la vida volvió a mi alma.


El aire vuelve a ser fresco,

voy entre los vivos,

me he convertido en el viento,

un soplido, un latido,

¿puedes sentirme?

cúbreme con tu corazón,

que ya no siento dolor.


Ellos firmaron mi sentencia,

una pluma te avisará que me he ido,

he pagado mi condena,

la muerte me ha liberado,

hermano mío, encuéntrame en tu paz.


 

El día de su ejecución, Mary Stuart desde su celda le escribe la última carta a Henry III, donde acepta su muerte, dandole en sí, el último abrazo a él.


“No lamentes mi muerte, alégrate por mi descanso,
no fue muerte para mí, sino para mi aflicción;
el capullo se abrió para dejar salir a la rosa,
la cadena se soltó para liberar al cautivo”

Elegía de Robert Southwell a Mary Stuart

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